No hay sombra alguna en tu alma.
Bajo tus pies, debajo de tus rodillas,
más allá de tus manos
todo son lágrimas.
Pero oíste hablar de Odín, el tuerto,
que graznaba cientos
de oscuras carcajadas,
millones de alas negras que cubrían
con su revuelo el firmamento;
excepto pequeños puntos, rocío,
preñados de color (y ahora en tus sueños
se mueven y moverán los sentimientos).
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