domingo, 16 de noviembre de 2014

De "El espejo de las Parcas"

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Los griegos, situaron fuera del esquema de sus dioses una imagen enigmática. Tres mujeres tejen en sus hilos las vidas de los humanos: son la Moiras, literalmente, las “partes”, hilanderas del Destino, “moron”.
Se las representa como figuras ancianas, o pulcras, o severas, o melancólicas. Lo importante: se imagina a las Moiras enfrascadas en su tarea, en silencio. Cloto devana, y no cesa en su actividad ni hace otra cosa. Láquesis mide y mide. Y la inflexible Átropo corta. No hay más mito. Sólo tres gestos. No tienen historia, ni nacimiento, pero sobre todo, no tienen conversación. ¿Por qué las Moiras no hablan?
En rigor, debiéramos decir que no ven, ni oyen, ni sienten, ni padecen. Inmediatamente, si les atribuyéramos la compasión con que los humanos teñimos los hilos de nuestras vidas, nos parecerían crueles. Pero el Destino es riguroso, no cruel. No queremos intención en el Destino. Fijémonos bien: las Parcas no hablan. No tienen mirada.
Pero es imposible. Si imaginamos a las tres mujeres, con todas las vidas de todos los seres en sus manos, ¿no van a hablar? No pararían. Su conversación sería un tejer y tejer de comentarios y pasiones. Entre los hilos del Destino desarrollarían un texto de sentimientos, de ironía, de risa, de maldiciones y llantos, de gritos y suspiros, de esperanzas... Y el lenguaje miraría, y las haría mirar. Ellas mirarían con el lenguaje.
Si así fuera, el Destino estaría no sólo hilvanándose, devanándose, que también, sino tejiéndose y bullendo en una conversación apasionante, en la que, a través de la mirada y las palabras de las tres mujeres, el destino de unos hilos hablara con otros, y se comentaran, y se discutieran, y se corrigieran y rebatieran.
¿Y qué decidirían entonces cada una? ¿Dudarían en el momento de su sencillo acto? O sus actos irían por un lado y su conversación por otro. Y el Destino quedaría en terreno de nadie: hilos mirándose en el espejo que es la conversación de las tres mujeres. A este lado del espejo, el Destino es lo que es, ciegamente hilado. Mirado desde el espejo de la conversación, el Destino es un fuego que pudiera mirarse fuego como es relámpagos de comentarios.

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(El vértice, octubre de 2013)

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