jueves, 12 de junio de 2014

PROMETEO Y EL ROBO DEL FUEGO (5/5): Prometeo en la dialéctica del amor

PROMETEO EN LA DIALÉCTICA DEL AMOR

¿Cuál es el objeto de amor de Prometeo? En la contienda entre titanes y dioses, se puso del lado de los dioses. En el debate entre dioses y hombres, se puso del lado de los hombres, ¿o no? Podríamos situar al sabio Prometeo siempre del lado de Zeus, a pesar de la ignorancia de éste. Cierto es que ninguna generación olímpica de hombres prosperó salvo la generada con la colaboración de Prometeo. Podemos poner también que el objeto de amor de Prometeo es la generación nueva, de ahí la relación con su castigo: la perpetua regeneración de su hígado.

Si el objeto de amor fuera Zeus, comprobamos que renuncia a todo rastro de correspondencia. No es amado, ni por los titanes ni por la incomprensión de Zeus. Parecería que su opción es la más justa en cada momento. Si Prometeo representa entonces la posición ética, ésta está asociada a la idea del perpetuo sufrimiento, tanto en su herida en el costado como en la herida de Quirón de la que consigue su segunda inmortalidad. También se enlazaría a él la idea del exilio, precisamente al borde de Océano, en el Cáucaso.
No hay en el relato ninguna consideración de afecto desde el hombre hacia Prometeo, ninguna gratitud. Y eso, a pesar de tantas generaciones que hubieran podido aportar cierta simpatía al sentirse creados y protegidos por sus actos. En la formación del mito no prosperó ningún matiz que lo situara en una posición de amado. Sólo a través de la piedad de Heracles (el semidiós por excelencia) Prometeo recupera su status entre los dioses. ¿Podemos interpretar el castigo en el Cáucaso como una posición de amado y la liberación de Heracles como la intervención de un brazo amante? ¿O bien Heracles es la consumación del mito de Prometeo? Es Heracles, el que lucha por alcanzar el amor de Hera, el que desarrolla lo que Zeus realmente es como personaje humano: un hijo. Y es por Heracles como Zeus comprende y redime a Prometeo (a sí mismo), abandonando la posición de amado que mantiene en el relato de la disputa del sacrificio y el robo del fuego.

Si el objeto de amor fuera el hombre, hemos de tener en cuenta que Prometeo no deja de ser el personaje que los hombres colocan en el relato para situarse en una posición equiparable a los dioses. ¿A qué esta necesidad del pensamiento para esquivar esta equiparación directa con los dioses? El estamento divino debe permanecer inalterado, el ser humano no puede derrocar ese altar, que le dejaría desvalido (así parece suceder en este mito); pero tampoco puede dejar lo divino en una posición del todo inaccesible. De ahí que en tantas mitologías aparezca ese personaje “embaucador” que permite el acceso del hombre al poder divino y al mismo tiempo a sus castigos. Es la idea de que lo divino tiene una fisura.
Prometeo concentra precisamente esa idea de la fisura de lo divino. Él no tolera los desmanes injustos de los gobernantes, no soporta la inapelabilidad de la Ley. Pero esa intolerancia misma es algo divino, es una búsqueda de la Arcadia ideal de la Edad de Oro. He aquí lo que de amado tiene Prometeo. Lo moral. Y es, al mismo tiempo, Prometeo el trabajo de ruptura de lo moral, como embaucador donde comprende la realidad de un esquema “menos divino”, más amante: el paraíso es irrecuperable, la vida es un encadenamiento a la Madre Tierra y una herida renovada por la ley del Padre Águila, la posición al borde del caos, asumir la condición heroica del Hijo Heracles. La ética.

Y el amor a lo nuevo. Ni Zeus ni el hombre, ni él mismo, sino otro concepto distinto. Cada concepto conlleva una lógica que debiéramos considerar como ya desarrollada, descubierta o no. Cronos conlleva una lógica, y Prometeo se posiciona trabajando para una lógica distinta que es la que subyace tras la victoria de Zeus. Prometeo no es una síntesis, ni es la antítesis, sino la ruptura misma de la tesis: aquel que mete el dedo en la llaga, que es la fisura en lo divino, lo que una lógica tiene de acceso a otra lógica totalmente distinta.
Tener lo nuevo como objeto de amor es precisamente renunciar a cualquier objeto de amor. Cada concepto y su lógica ya es lo que es. Incluso el concepto de “lo nuevo” es un concepto en sí, con su lógica. Prometeo es un posicionamiento sin concepto, y al margen cualquier consecuencia que su posición pudiera derivar en los conceptos trabajados. Porque en la lógica de Zeus nada podría suceder distintamente a lo que de hecho sucedió. Igualmente en el concepto de lo humano o en la eternidad de Crono. Esto lo marca la idea de Destino tan fundamental en el pensamiento griego, al que se somete el mismo Zeus. Y sin embargo, Prometeo es la ironía misma en la que el Destino se quiebra y se consuma.
Prometeo es esencial para la confabulación mitológica, y curiosamente, es el personaje menos “humano” de todos los que aparecen en el gran relato griego. Para que Prometeo sea, en este sentido, él mismo debe estar constantemente traicionándose, rompiéndose y renovándose en algo totalmente distinto, y ninguno de esos nuevos Prometeos serían el Prometeo mismo. Prometeo es un personaje que está situado en otro nivel del discurso. El que da pie a que los personajes (los conceptos) accedan a otro nivel de discurso.
Prometeo es el que viene a derrocar y a consumar la ley judía: “no hay nada nuevo debajo del sol”.

(Diciembre, 2011)

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