lunes, 30 de junio de 2014

Ianus Exitus

Es imposible salir sin éxito.
Extraño entonces los triunfos.
Un poco de laurel que es el milagro
de la persecución (y aún no sabían
nada, en todo caso,
de la superposición ni los fotón-
es).


domingo, 29 de junio de 2014

sábado, 28 de junio de 2014

(Eco y Narciso)

Y luego esas virutillas / que siempre, van por ahí /
hablando de narcisos / alejándose como ondas /
de los centros del impacto.


viernes, 27 de junio de 2014

En Hefesto

Afrodita, la vecina del 72,
120 kilos de peso. Manual talla de estatura.
Tan sugerente como unos apuntes de Arqueología.


jueves, 26 de junio de 2014

Babel es inminente

Edificado el monumento,
se convirtió en un proyecto de lecturas.
Y, más tarde o más temprano,
sabremos que ya hemos alcanzado
el cielo.


(Elogio de la frialdad, enero de 2011)

miércoles, 25 de junio de 2014

martes, 24 de junio de 2014

La Lengua

Primero fue un puñal, una quijada bañada en sangre.
Antes la paradoja de una ambición imposible.
Después, todo un historial de palabras marcadas
con el eterno estigma de lo intocable.
Y ahora, el misterio de un encuentro significante.


(Elogio de la frialdad, diciembre de 2010)





lunes, 23 de junio de 2014

Babel o la escalera de Jacob

Esta torre de tiempo cómplice
con Dios que me he creado
para no entender, como peldaños,
los idiomas con que a cada
instante me hablo.


domingo, 22 de junio de 2014

Variaciones sobre Eco y Narciso

Sólo en vosotras consuelo que viajáis
lejos sin salir de aquí,
hasta quién sabe qué sentir o qué pensar.
Rehén fui del aplauso íntimo, secreto
de mi nítida, clara, amargura
          y su silencio.
 



Extrañas multitudes que invaden
tu admirada eudaimonía,
se te escapan en gestos de fertilidad,
rebosando tu denostada felicidad
hasta hacer de ti un nuevo extraño.



MOLINOS

Un jirón de ti discute
la curva formada por el deseo
dejado por otro al girar entre el empuje
de las aguas. Sólo
un jirón de ti y no tú
mismo y tu historia ahogándose
en la turba de los ríos
impasible.



Una ignorancia firme y tus veras
insistirán los vórtices que ingenuos
luchan por permanecer en tu ignorancia
al tiempo que se desliza fluida la corriente.



DOLOR, MITO, MOVIMIENTO

Cuando el entendimiento estorbe
las turbulencias derivadas de tus palabras.



A borbotones
el eco
se vengaba
de Narciso.





sábado, 21 de junio de 2014

Escila y Caribdis

Ha quedado enganchada a un rizo
del tiempo. Valiente, el olvido
a un lado; la temeridad presente al otro.
¿Por qué piensas que hablo de mi alma?


viernes, 20 de junio de 2014

Origen y destino

Migas de pan, baldosas amarillas,
cuentas de un neurótico rosario,
cantos de sirena que nos llevan directos
a la ironía.


jueves, 19 de junio de 2014

Elección vs. Espera


ELECCIÓN

En la noche de los dioses
tus labios fueron el héroe definitivo.
 



PENÉLOPE

Mientras te espera, Dios
va creando este mundo.
Mientras te espero, yo
creo a Dios, a ti, a mí,
al poema y al mundo.
Tú vienes y eres
mucho más humilde.




miércoles, 18 de junio de 2014

Jano o el triunfo de los perros

El inventor de las puertas es el creador
de lo abierto y lo cerrado. Hizo
prisioneros a los muertos y dejó libres
a los fantasmas. Es el origen
de todas las claves y todos los enigmas.
¡Cuánto en nuestra cultura sólo busca
su proliferación y su supervivencia!

(Y una ventana basta para un poema)



martes, 17 de junio de 2014

Pecado - Cupido

Como tu imagen para mis ojos
son necesarias las religiones
para que podamos hablar de un Dios
transgresor.

lunes, 16 de junio de 2014

Atlas

De no ser por el mundo, la vida sería insoportable.
De no ser por mí, el mundo sería insoportable.
De no ser por el lenguaje, Yo sería insoportable.
¿Qué esfuerzo titánico soporta el lenguaje?


sábado, 14 de junio de 2014

Atenea, 8 de Septiembre de 2010

Para estudiar me encerraba
en un escaparate de devoración.
Mientras tomabais mis envidias,
aun más pacientes que yo,
tejíais alborotos como héroes de piedra,
me inventabais ciudades y conflictos.
Y cuando llegue el tiempo del olvido
merodeará esta red sólo de símbolos.


viernes, 13 de junio de 2014

Odiseo, 2 de Noviembre de 2009

Siempre dicen los mismos
inocentes terrores de la historia.
¿Y quién sabe ya el sentido
de sus actos viajando hacia el espejo?
En la calle los monstruos me sobornan de usted,
con violencia serpentean entonando
un lento Dorian Gray a la deriva.
No remaban atados los pecados del mundo.
Empujado ya tan solo quedo por
el incómodo cariño de los dioses.
Mi rostro y mis palabras han perdido
los argumentos que demuestran quién soy.
Mientras tanto, mi casa, mi trono, mi reino, siguen

gobernados por niños
y por borrachos.



(Homo viator, 20 de septiembre de 2010)

jueves, 12 de junio de 2014

PROMETEO Y EL ROBO DEL FUEGO (5/5): Prometeo en la dialéctica del amor

PROMETEO EN LA DIALÉCTICA DEL AMOR

¿Cuál es el objeto de amor de Prometeo? En la contienda entre titanes y dioses, se puso del lado de los dioses. En el debate entre dioses y hombres, se puso del lado de los hombres, ¿o no? Podríamos situar al sabio Prometeo siempre del lado de Zeus, a pesar de la ignorancia de éste. Cierto es que ninguna generación olímpica de hombres prosperó salvo la generada con la colaboración de Prometeo. Podemos poner también que el objeto de amor de Prometeo es la generación nueva, de ahí la relación con su castigo: la perpetua regeneración de su hígado.

Si el objeto de amor fuera Zeus, comprobamos que renuncia a todo rastro de correspondencia. No es amado, ni por los titanes ni por la incomprensión de Zeus. Parecería que su opción es la más justa en cada momento. Si Prometeo representa entonces la posición ética, ésta está asociada a la idea del perpetuo sufrimiento, tanto en su herida en el costado como en la herida de Quirón de la que consigue su segunda inmortalidad. También se enlazaría a él la idea del exilio, precisamente al borde de Océano, en el Cáucaso.
No hay en el relato ninguna consideración de afecto desde el hombre hacia Prometeo, ninguna gratitud. Y eso, a pesar de tantas generaciones que hubieran podido aportar cierta simpatía al sentirse creados y protegidos por sus actos. En la formación del mito no prosperó ningún matiz que lo situara en una posición de amado. Sólo a través de la piedad de Heracles (el semidiós por excelencia) Prometeo recupera su status entre los dioses. ¿Podemos interpretar el castigo en el Cáucaso como una posición de amado y la liberación de Heracles como la intervención de un brazo amante? ¿O bien Heracles es la consumación del mito de Prometeo? Es Heracles, el que lucha por alcanzar el amor de Hera, el que desarrolla lo que Zeus realmente es como personaje humano: un hijo. Y es por Heracles como Zeus comprende y redime a Prometeo (a sí mismo), abandonando la posición de amado que mantiene en el relato de la disputa del sacrificio y el robo del fuego.

Si el objeto de amor fuera el hombre, hemos de tener en cuenta que Prometeo no deja de ser el personaje que los hombres colocan en el relato para situarse en una posición equiparable a los dioses. ¿A qué esta necesidad del pensamiento para esquivar esta equiparación directa con los dioses? El estamento divino debe permanecer inalterado, el ser humano no puede derrocar ese altar, que le dejaría desvalido (así parece suceder en este mito); pero tampoco puede dejar lo divino en una posición del todo inaccesible. De ahí que en tantas mitologías aparezca ese personaje “embaucador” que permite el acceso del hombre al poder divino y al mismo tiempo a sus castigos. Es la idea de que lo divino tiene una fisura.
Prometeo concentra precisamente esa idea de la fisura de lo divino. Él no tolera los desmanes injustos de los gobernantes, no soporta la inapelabilidad de la Ley. Pero esa intolerancia misma es algo divino, es una búsqueda de la Arcadia ideal de la Edad de Oro. He aquí lo que de amado tiene Prometeo. Lo moral. Y es, al mismo tiempo, Prometeo el trabajo de ruptura de lo moral, como embaucador donde comprende la realidad de un esquema “menos divino”, más amante: el paraíso es irrecuperable, la vida es un encadenamiento a la Madre Tierra y una herida renovada por la ley del Padre Águila, la posición al borde del caos, asumir la condición heroica del Hijo Heracles. La ética.

Y el amor a lo nuevo. Ni Zeus ni el hombre, ni él mismo, sino otro concepto distinto. Cada concepto conlleva una lógica que debiéramos considerar como ya desarrollada, descubierta o no. Cronos conlleva una lógica, y Prometeo se posiciona trabajando para una lógica distinta que es la que subyace tras la victoria de Zeus. Prometeo no es una síntesis, ni es la antítesis, sino la ruptura misma de la tesis: aquel que mete el dedo en la llaga, que es la fisura en lo divino, lo que una lógica tiene de acceso a otra lógica totalmente distinta.
Tener lo nuevo como objeto de amor es precisamente renunciar a cualquier objeto de amor. Cada concepto y su lógica ya es lo que es. Incluso el concepto de “lo nuevo” es un concepto en sí, con su lógica. Prometeo es un posicionamiento sin concepto, y al margen cualquier consecuencia que su posición pudiera derivar en los conceptos trabajados. Porque en la lógica de Zeus nada podría suceder distintamente a lo que de hecho sucedió. Igualmente en el concepto de lo humano o en la eternidad de Crono. Esto lo marca la idea de Destino tan fundamental en el pensamiento griego, al que se somete el mismo Zeus. Y sin embargo, Prometeo es la ironía misma en la que el Destino se quiebra y se consuma.
Prometeo es esencial para la confabulación mitológica, y curiosamente, es el personaje menos “humano” de todos los que aparecen en el gran relato griego. Para que Prometeo sea, en este sentido, él mismo debe estar constantemente traicionándose, rompiéndose y renovándose en algo totalmente distinto, y ninguno de esos nuevos Prometeos serían el Prometeo mismo. Prometeo es un personaje que está situado en otro nivel del discurso. El que da pie a que los personajes (los conceptos) accedan a otro nivel de discurso.
Prometeo es el que viene a derrocar y a consumar la ley judía: “no hay nada nuevo debajo del sol”.

(Diciembre, 2011)

miércoles, 11 de junio de 2014

PROMETEO Y EL ROBO DEL FUEGO (4/5): Prometeo en la dialéctica de la libertad

PROMETEO EN LA DIALÉCTICA DE LA LIBERTAD

El primer dios griego era Océano. Esta divinidad es semejante a la divinidad primigenia egipcia como un revuelto de aguas sin límite; un río turbulento sin orillas, ni principio, ni fin.  Posteriormente, tal vez por razonamientos más profundos, esta noción se perfiló en la figura de Caos (lo indefinido). Pero esta idea divina del agua pervive en el pensamiento griego: los tres reyes olímpicos sitúan los tres lugares del agua: el cielo, el mar y el subsuelo; el primer filósofo, Tales de Mileto, aún usó el agua como metáfora de su idea física.
Posteriormente, esta idea de caos es sustituida por una dialéctica de opuestos: Urano y Gea, el cielo y la tierra, lo superior y lo inferior, lo formal y lo material, el ser y el no ser, “a” y “no-a”... la ley y el caos (siendo ya el caos algo distinto de esa indeterminación que era Caos u Océano). Podríamos decir que es como la oposición tan popular entre el agua y el fuego (ambos elementos caóticos).
Tanto en la relación de Urano y Gea, como en Crono y Rea, como en Zeus y sus edades del hombre, la dialéctica es siempre creativa, pero esa creatividad no se cumple mientras el hijo no se rebele contra el  padre. En esa rebelión, la creación se ejecuta (en sus dos sentidos): lo creado pasa a ser creador. Esto es lo que Prometeo posibilita en el caso de Zeus.
Pero ¿cómo es posible la rebelión? Si la ley es Ley, no puede dar lugar al incumplimiento. La ley de la Gravedad ha de funcionar en todos los casos. Por tanto, cualquier creación queda asfixiada por la propia ley, como sucede en el mito de las edades del hombre o en los antepasados de los dioses olímpicos. La ley misma ha de tener dentro de sí la posibilidad del incumplimiento (hecha la ley, hecha la trampa). La ley, digamos, se sacrifica a sí misma. La ley no es total, sino que está castrada, y es con esa castración como permite que germine su fertilidad (esta imagen paradójica de los griegos es genial, y la sangre de los genitales de Urano sobre el océano dando lugar a Afrodita, el deseo... y sobre la tierra las Furias, la culpa).

Y una vez más, Prometeo se sitúa en relación al mito del sacrificio. ¿Qué debe sacrificar el hombre de sí mismo, para no ser un dios? Lo divino es inapelable, mientras que lo humano es libre. Dios es la Ley, mientras el hombre representa el libre albedrío. Mientras el hombre se tenga por un ser completo como un Dios, no puede ser libre. Para ser libre, el pensamiento del hombre ha de estar castrado. Hay que hacer un sacrificio. Hay que sacrificar el sentido de totalidad, de completud.
Cuando Prometeo nos da su lección sobre el sacrificio, percibimos la primera consecuencia. Prometeo nos dice: “los dioses no son perfectos, sino fáciles de engañar”. Es como decir: “pues papá no era tan sabio ni tan fuerte... se equivocaba” o “mamá no nos cuidaba tanto, sino nos debilita; no nos alimenta, sino nos devora, aunque no tanto”. Y es como decir: “Yo no soy perfecto, yo no soy un dios; en realidad no comprendo la realidad, soy un hombre torpe”. Se nos cae nuestra divinidad, comprendemos nuestras debilidades, comprendemos nuestras incapacidades, comprendemos las posibilidades e imposibilidades de nuestros ideales.
Esa comprensión es el fuego mismo. “Si pruebas la fruta del árbol de la ciencia del bien y del mal, verás lo mismo que Él”, es decir, “tendrás el fuego de los dioses”. Es decir: no sólo no hay paraíso, sino que lo que nos espera es el diluvio (y no olvidemos la fácil relación entre el mito del árbol y el de Pandora, la esposa del hermano de Prometeo... si es que estos griegos no daban puntadas sin hilo).
La nueva humanidad de los griegos (no tanto la del  relato judío) está salvaguardada por el amor entre Deucalión y Pirra. Ese nuevo concepto, el amor, es lo que posibilita, en último término, la libertad.
Sin embargo, Prometeo es castigado. El agente de la libertad queda encadenado a las montañas, al límite de la tierra (al límite de Océano). Su cuerpo es torturado por el águila de Zeus. Gran imagen de la libertad humana. Fácilmente se asocia al alma encadenada al cuerpo. El cuerpo siempre está al límite del caos, naciendo y muriendo, siendo agua y siendo fuego... El hombre, con su libertad, está preso en su cuerpo, sufriente y obediente a los dioses.
Una vez más, los griegos desarrollan el mito de la liberación con Prometeo. Prometeo es ahora el hombre libre encadenado al cuerpo, a lo material. Es decir, es reescribir el esquema anterior: lo corporal es lo divino, frente lo humano que es otra cosa. Esa otra cosa debe ser liberada. La libertad en potencia que encierra el hombre, está coartada por el cuerpo y por lo material.
Heracles representa aquí el esfuerzo de liberación. Heracles, hijo de Zeus, pero odiado por Hera, ha heredado la fuerza brutal de la ley, pero le falta la capacidad de amor. Sus trabajos relatan el esfuerzo purificador para ser digno del amor de Hera. No olvidemos: Heracles es castigado por matar a su mujer y a sus hijos, como Crono. Cuando Heracles pasa su última prueba, es decir, sacrifica su cuerpo abrasado por la pasión, se ejecuta en el relato el sacrificio del cuerpo en pro de un amor distinto a la ley divina, que había estado siempre ausente (paradójicamente, es entonces cuando se le convierte en dios).
Heracles, el que se ha ganado el amor de Hera, el que se ha ganado la libertad, es el que salva a Prometeo. Pero siempre es desde un sentido de renuncia, no es de escapada. La renuncia de Heracles es lo que salva a Teseo y es lo que salva a Prometeo. También la renuncia de Quirón devuelve la inmortalidad a Prometeo.
Hay en la idea de libertad, cierta asunción del caos. Asumir la muerte a través del amor es la única manera de liberarnos de ella, la muerte, la Ley.

(Diciembre 2011)

martes, 10 de junio de 2014

PROMETEO Y EL ROBO DEL FUEGO (3/5): Prometeo, el hijo rebelde

POMETEO, EL HIJO REBELDE

Una de las claves de Prometeo es que no acata la ley del padre. Según nos posicionemos a favor del hijo o a favor del padre, haremos una lectura u otra.
Si entendemos que el padre, Zeus, es la ley, todo esfuerzo por separarse es pecaminoso. En definitiva no deja de ser una incomprensión de la ley, con fatales consecuencias. Por ejemplo: si partimos de la Ley de Gravitación, no tenerla en cuenta o desconocerla puede facilitar un momento de vuelo, pero a la larga ese movimiento está abocado al desastre, la caída. El movimiento no ha de ser contrario a la ley (desconocimiento) sino junto a la ley (conocimiento), lo que permitirá no solo el vuelo y el aterrizaje, sino la exploración de nuevos mundos.
En este sentido, Prometeo es como Lucifer (una vez más, la luz), no soporta la imposición de la ley. En el mito, intenta timar a Zeus dándole la parte peor a los dioses. Se parece a los dioses “embusteros” de los mitos africanos y americanos, o al malvado Loki de la mitología nórdica. La consecuencia es nefasta. Intentar engañar a los dioses con respecto a cuál es la parte del cuerpo más valiosa acarrea debilidad, enfermedad, frío... Si la alimentación está distorsionada el cuerpo se debilita, lógico. Zeus actúa aquí de un modo muy agustiniano: castiga dejándose engañar. Siempre es mejor una ley ligada al conocimiento.
Para eludir el castigo, Prometeo roba el fuego. Pero claro, si ya están viciados por el engaño, ¿para qué irá a utilizar el fuego del saber el ser humano, sino para nuevas y versátiles formas de lucha y sufrimiento? A Zeus no le queda otra que borrar a la raza humana con el diluvio, ya conoce la historia por las otras edades del hombre. Es como la sociedad que surge de Caín... tiene que ser purificada (con agua). En ambos casos, el diluvio.
De todos los valores del fuego que el mito griego despliega, el relato consigue que el ser humano reinicie su historia a partir de Hestia: el fuego del hogar. Deucalión y Pirra, los regeneradores de la humanidad, marcan ese nuevo inicio. Sin embargo, una vez más los valores causa-efecto están invertidos (como Hiperión con Helio): el fuego del hogar es el origen y la perversión viene después, pero en el relato (¿o es en la realidad?) se parte de una situación perversa aspirando a alcanzar la concordia.
Así, vemos cómo Prometeo representa los defectos del hijo, mientras que los castigos de Zeus demuestran la sabiduría del padre. Veámoslo ahora desde el punto de vista del hijo.
Es mucho más simple. El hijo rompe con la ley del padre. Como Crono con Urano, como Zeus con Crono, como tantos héroes: Perseo, Teseo, Edipo... El resultado es una nueva manera de pensar, que para la ley antigua supone una destrucción y para las leyes nuevas serán un nuevo padre para destruir.
Pero no seamos simplistas. Prometeo no ve en los castigos del padre un capricho vengativo (como lo interpretan, sin duda, los hijos mortales). Prometeo sabe (su nombre es “previsor” o “por delante del dios”) que sus actos conllevarán fatales consecuencias. Aún así actúa por amor a su creación. Prometeo es el padre que ama a sus hijos, ama la posición de hijo, desea que su hijo sea libre. Por tanto, le da la posibilidad de pecar, le da la vivencia del castigo, de comprender la ley y la destrucción. En definitiva, permite que se comprenda la ley, no sólo que exista, sino que se ejecute, no como un significado (variable) sino como función.
No olvidemos que todos los intentos de crear una humanidad habían sido un fracaso. La Edad de Oro de Crono no era humana, era el paraíso del instante. Las sucesivas edades de Zeus fracasaron porque la ley se cumplía irremediablemente, destruyendo los sujetos, no eran sujetos libres. Sólo en la creación de Prometeo, la rebeldía a la ley permite superarla, imponer nuevas leyes, y dar lugar a sujetos libres, en el constante fuego creador y destructor.

(Diciembre. 2011)


lunes, 9 de junio de 2014

PROMETEO Y EL ROBO DEL FUEGO (2/5): Prometeo y Jesucristo

PROMETEO Y JESUCRISTO

Es fácil ver la analogía entre el mito de Prometeo y el mito de Jesucristo. Ambos hacen humano el atributo divino (materializan, “bajan”, lo superior de Hiperión a lo mortal). Ambos son castigados: la cruz equivale al encadenamiento en el Cáucaso. El águila devorando el hígado y el romano clavando la lanza en el costado presentan una analogía tan apabullante que parece un insulto al simbolismo.
Ambos pierden la condición divina y se hacen mortales: “Padre, por qué me has abandonado”. Pero en ambos casos el héroe recupera su inmortalidad. En el mito griego (como suele ser normal) está más desarrollado. Prometeo recupera la inmortalidad por mediación de Heracles (la función heroica y salvadora de Heracles es fundamental en la mitología griega). Por un lado, mata al águila y rompe las cadenas de Prometeo. Por otro lado, le permite a Prometeo un intercambio. Heracles había herido previamente a Quirón, el sabio centauro, con una flecha envenenada con sangre de la Hidra; esta herida hacía sufrir indeciblemente al centauro, que cedió su inmortalidad a Prometeo, con tal de librarse del dolor. Como vemos, el enlace de conceptos del mito griego es sospechosamente parecido al mito cristiano de la resurrección de Cristo y la redención de los pecados.
Prometeo era un ladrón, por amor al hombre. Jesucristo decía que no venía a romper con la ley de Moisés (la ley del padre, la ley de Zeus), sino a consumarla. En Jesucristo se cumplen perfectamente todos los sentidos de “ejecución” de una ley (recordemos que la sentencia de muerte de Jesús viene por una denuncia por incumplimiento del “sabat”, la primera ley judía). En Prometeo, el robo del fuego viene precedido por el debate sobre el sentido de “sacrificio”.
Si vemos estos mitos como una dialéctica entre los conceptos “luz”/“oscuridad”, “bien”/“mal”, “plano superior”/“plano inferior”, “lo espiritual”/“lo material”, “el saber”/“la ignorancia”... y lo conectamos con el sentido de sacrificio (todo/parte; eterno/perecedero), comprendemos que estos mitos están en la encrucijada de la definición del hombre. La dialéctica del fuego como destructor y purificador juega con la dialéctica del caos como destructor y creador, frente a las leyes antiguas y nuevas de los distintos dioses.


(Diciembre, 2011)

domingo, 8 de junio de 2014

PROMETEO Y EL ROBO DEL FUEGO (1/5): Dioses de la luz

DIOSES DE LA LUZ
 
El primer dios griego relacionado con la luz es Hiperión. En latín supongo que debería traducirse como “Superante”, el que está por encima. Esta superioridad establecida por los griegos es muy interesante, pues separa la luz de su concepción material y la lleva a una concepción estructural (de ahí que se asocie también la luz como aquello elevado en el pensamiento).
Helios, Selene y Eos son sus hijos, y representan las grandes luminarias celestes. Probablemente estas fueran las divinidades primeras, de las cuales luego se deduciría Hiperión. Pero, sabiamente, este nuevo dios se introduce como padre, y no como hijo.
El siguiente dios de la luz es Zeus, a través de su emblema: el rayo. Siendo el rayo, Zeus representa lo fulminante de la luz. Es una luz breve, instantánea y destructiva. La chispa divina. Un punto tangencial entre lo celestial (Hiperión) y lo terrenal.
Sus dos hijos, Apolo y Hefesto, terminan de desarrollar la disociación entre luz y fuego. En ambos casos se relaciona con la inteligencia. Apolo, la luz, es la razón, la verdad, la belleza y al mismo tiempo mantiene su papel fulminante, con sus dardos mortales. Hefesto, el fuego, está ligado a lo tecnológico, el saber práctico, lo maquinal, es feo pero sorprendentemente creativo.
Atenea, el intelecto práctico, la estrategia, parece derivar de una idea parecida a la de Hefesto; sin embargo los griegos hacen casar a Hefesto con Afrodita, su opuesto. Apolo es hijo de Zeus y Leto (=olvido, hija del titán Ceo =inteligencia y la titánide Febe =brillo; curioso hilvanado de conceptos este) y es padre de Esculapio, el médico. La luz está directamente asociada al saber de la muerte.
Falta una diosa más; Hestia, el calor del hogar. Hermana de Zeus, es la primera hija de Crono y Rea.

En este contexto divino, Prometeo roba el fuego a los dioses. Concretamente, el robo del fuego surge dentro de la disputa entre Zeus y Prometeo por el papel que debiera jugar el hombre con respecto a los dioses. Así pues, el mito de Prometeo es fundamental en el sentido de que marca la visión griega de la relación de lo divino y lo humano: ¿qué es el hombre en relación a los dioses?, ¿qué son los dioses con respecto al hombre?
El robo del fuego permite a los hombres el acceso a los valores “humanos” de la luz, marcados con los dioses olímpicos: Apolo, Hefesto, Hestia... No así al atributo de Zeus.

(Diciembre, 2011)