PROMETEO Y JESUCRISTO
Es fácil ver la analogía entre el mito de Prometeo y el mito de Jesucristo. Ambos hacen humano el atributo divino (materializan, “bajan”, lo superior de Hiperión a lo mortal). Ambos son castigados: la cruz equivale al encadenamiento en el Cáucaso. El águila devorando el hígado y el romano clavando la lanza en el costado presentan una analogía tan apabullante que parece un insulto al simbolismo.
Ambos pierden la condición divina y se hacen mortales: “Padre, por qué me has abandonado”. Pero en ambos casos el héroe recupera su inmortalidad. En el mito griego (como suele ser normal) está más desarrollado. Prometeo recupera la inmortalidad por mediación de Heracles (la función heroica y salvadora de Heracles es fundamental en la mitología griega). Por un lado, mata al águila y rompe las cadenas de Prometeo. Por otro lado, le permite a Prometeo un intercambio. Heracles había herido previamente a Quirón, el sabio centauro, con una flecha envenenada con sangre de la Hidra; esta herida hacía sufrir indeciblemente al centauro, que cedió su inmortalidad a Prometeo, con tal de librarse del dolor. Como vemos, el enlace de conceptos del mito griego es sospechosamente parecido al mito cristiano de la resurrección de Cristo y la redención de los pecados.
Prometeo era un ladrón, por amor al hombre. Jesucristo decía que no venía a romper con la ley de Moisés (la ley del padre, la ley de Zeus), sino a consumarla. En Jesucristo se cumplen perfectamente todos los sentidos de “ejecución” de una ley (recordemos que la sentencia de muerte de Jesús viene por una denuncia por incumplimiento del “sabat”, la primera ley judía). En Prometeo, el robo del fuego viene precedido por el debate sobre el sentido de “sacrificio”.
Si vemos estos mitos como una dialéctica entre los conceptos “luz”/“oscuridad”, “bien”/“mal”, “plano superior”/“plano inferior”, “lo espiritual”/“lo material”, “el saber”/“la ignorancia”... y lo conectamos con el sentido de sacrificio (todo/parte; eterno/perecedero), comprendemos que estos mitos están en la encrucijada de la definición del hombre. La dialéctica del fuego como destructor y purificador juega con la dialéctica del caos como destructor y creador, frente a las leyes antiguas y nuevas de los distintos dioses.
(Diciembre, 2011)
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