Un monstruo soñaba con Ariadna y eran sus sueños
enredados, convulsos, laberínticos. Quería
desentrañar su sueño y más laberinto y menos
Ariadna; pero no lo sabía. Nada era real.
Lo real vino como un hilo de oro. En los ojos
del monstruo vimos incrédulo culpar a Ariadna.
El monstruo estaba atrapado. Al héroe le tocaba
seguir el hilo de un profundo abandono.
No hay comentarios:
Publicar un comentario