Los hombres quietos ven
pasar los paisajes.
Su narcisismo no cambia.
Afortunadamente no lo es todo.
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Se miraba en río aun en los días de lluvia.
Repetía las palabras incluso del trueno.
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Acaso no sabe decir otra cosa.
Ignorantes no ven más allá de la escucha.
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Y vienen mis obsesiones al rescate.
Otra vez corre la espera de nada.
Y vienen mis obsesiones al rescate.
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El misterio de que el río no se lleve mi imagen.
Y el viento en cambio se lleva mi voz.
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Qué vas a grabar en silencio en el agua.
Cualquier cosa que digas te la mostraré:
y quedará
contigo cuando te vayas.
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El río es peligroso y amante, pasajero
como un brazo enorme que abraza.
Besa por completo.
El aire en la montaña aspira soledad.
Tiempo detenido. Todo distancia.
Y algo falta.
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Te ama en los abismos.
Te ignora corriente.
En la imagen se detiene,
y en la palabra se olvida
de sí mismo: él debería
ser un río y ella
aire montaña.
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Te ignorarás por siempre: es el río quien te imagina.
Eco te conoce apenas un instante
siempre que hablas. Imagen salpicada de ecos
que se evaden. Palabra mojada en un silencio
que fluye
que golpea
constante.
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Despertar y encontrarlo todo en su sitio
excepto uno mismo.
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