El grupo del Laocoonte es la escultura de unos hijos que miran a su padre. Es también la escultura de unos hijos que son castigados por su padre (en su doble sentido: Apolo castiga a su sacerdote, y los hijos son castigados por culpa del pecado del padre). Es pues, esta la escultura del proceso educativo, de una generación hacia otra, pero también del individuo ante sí mismo.
Aprender significa dejar de ser el ignorante que uno es. Es un proceso de transformación y lucha: una estructura que se retuerce como esta escultura para ser otra cosa. Mucho se dice de la felicidad en la ignorancia. Efectivamente, ese estado de paradisíaca felicidad ilusoria se aferra al sujeto como las serpientes de esta obra. Pero también se puede ver al revés: las serpientes del conocimiento obligan al ignorante a sucumbir y abandonar su cuerpo placentero y doliente.
Aprender significa también seguir la senda del padre, de la generación anterior y, a ser posible, superarla, llegar más lejos, hasta llegar al Padre. Es así que los hijos aprenden los pecados y la ley de los padres, y cada generación debe luchar por superar las taras de la generación anterior y al mismo tiempo asumir sus leyes. Conservar lo bueno, superar lo malo. En esta obra podemos ver a uno de los hijos derrotado en el mismo altar de su padre. Otro en cambio, consigue escapar comprendiendo el horror de su horrendo y amado padre. Visto de otro modo: uno de los hijos asume la ley dolorida del padre, que éste recibe de los dioses y se deja arrastrar por la verdad sinuosa de las serpientes; mientras otro se esfuerza aún por zafarse y mantener su ilusoria libertad. Y así una nueva Troya, una nueva Roma... una nueva historia con que continuar el devenir humano.
Precisamente, Robert Graves, interpreta la visita de las serpientes a los niños como un don educativo de los dioses. Las serpientes limpian con su lengua los oídos de los niños, otorgándoles el poder de la profecía. La educación, el conocimiento de la verdad de la creación (sexo) y la destrucción (muerte), eleva al hombre más alto que su condición humana, o más bien lo eleva hasta su verdadera condición humana. Si Laocoonte lucha contra las serpientes es precisamente por su esencia pecadora, que no permite que la ley de los dioses sea asumida por los hijos. Entonces, los hijos, luchan a un tiempo contra las serpientes y contra su padre.
Aprender significa dejar de ser el ignorante que uno es. Es un proceso de transformación y lucha: una estructura que se retuerce como esta escultura para ser otra cosa. Mucho se dice de la felicidad en la ignorancia. Efectivamente, ese estado de paradisíaca felicidad ilusoria se aferra al sujeto como las serpientes de esta obra. Pero también se puede ver al revés: las serpientes del conocimiento obligan al ignorante a sucumbir y abandonar su cuerpo placentero y doliente.
Aprender significa también seguir la senda del padre, de la generación anterior y, a ser posible, superarla, llegar más lejos, hasta llegar al Padre. Es así que los hijos aprenden los pecados y la ley de los padres, y cada generación debe luchar por superar las taras de la generación anterior y al mismo tiempo asumir sus leyes. Conservar lo bueno, superar lo malo. En esta obra podemos ver a uno de los hijos derrotado en el mismo altar de su padre. Otro en cambio, consigue escapar comprendiendo el horror de su horrendo y amado padre. Visto de otro modo: uno de los hijos asume la ley dolorida del padre, que éste recibe de los dioses y se deja arrastrar por la verdad sinuosa de las serpientes; mientras otro se esfuerza aún por zafarse y mantener su ilusoria libertad. Y así una nueva Troya, una nueva Roma... una nueva historia con que continuar el devenir humano.
Precisamente, Robert Graves, interpreta la visita de las serpientes a los niños como un don educativo de los dioses. Las serpientes limpian con su lengua los oídos de los niños, otorgándoles el poder de la profecía. La educación, el conocimiento de la verdad de la creación (sexo) y la destrucción (muerte), eleva al hombre más alto que su condición humana, o más bien lo eleva hasta su verdadera condición humana. Si Laocoonte lucha contra las serpientes es precisamente por su esencia pecadora, que no permite que la ley de los dioses sea asumida por los hijos. Entonces, los hijos, luchan a un tiempo contra las serpientes y contra su padre.
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